En mi oficio es muy mal visto sentir pesar o conmoción por los muertos de los que uno se ocupa, porque para guardar el famoso "tono académico" uno tiene estrictamente prohibido hacer estas confesiones tan escandalosas... Sin embargo, una fuerza superior me impele a decir que una maestra de kínder cuyo nombre no aparece en ningún libro de historia y a la que poquísima gente recuerda, es el personaje histórico que más lágrimas me ha arrancado en la vida.
El primer día que visité el Archivo General de la Nación, buscando información sobre las Fuerzas de Liberación Nacional, encontré de súbito doce hojas que contenían una declaración arrancada bajo tortura, con una firma al margen: una hermosa y trémula caligrafía que consignaba la existencia de Elisa Irina Sáenz Garza. Sus desventuras me hicieron un nudo en la garganta, pero no pude evitar sonreir de oreja a oreja cuando leí que el primero de diciembre de 1973 había contraído matrimonio revolucionario con Raúl Enrique Pérez Gasque. Ese día, llegando a mi casa, cargada de sentimientos encontrados, tomé la decisión histórica de mandar al demonio mi investigación de dos años sobre el Partido Comunista Mexicano para dedicarme, de planta, al estudio de las FLN. Era un primero de diciembre de 2003.
Dieciséis días más tarde conocí a otra mujer extraordinaria autodenominada Elisa en honor a mi personaje. Ella me dio un panorama más completo de la tragedia de Lichita. Lloré entonces por el hecho brutal de su desaparición y, en los cuatro años siguientes, lloré por la sevicia con la que fue separada de su esposo (violada multitudinariamente frente a él), lloré por imaginarla encerrada en una sórdida prisión clandestina, lloré por todos los años en que aquellos que la amaban la buscaron, lloré por no poder encontrarla, pese a haberla buscado en cada palmo de la selva, lloré porque ella no significaba nada para casi nadie, pese a su inefable belleza moral, lloré cuando la vida me dio el privilegio de conocer a su madre, porque en ese momento sentí que ella y yo éramos las únicas que podíamos sentir en el alma la dimensión de su sacrificio, y ahora lloro de puro acordarme.
Supongo que este caso me conmovió tanto porque Elisa y yo teníamos, diacrónicamente, la misma edad: a los 24 años ella pasó a la clandestinidad y yo inicié mi investigación, a los 28 ella fue desaparecida y yo di por terminada mi búsqueda. Sentí que esa mujer había vivido la vida de aventuras románticas que a mí me hubiera gustado... la suya tuvo un final tristísimo y la mía tiene una tristeza de fin del mundo.
Ella no dirigió ningún ejército ni libró grandes batallas, ni siquiera escribió algo por lo que pudiera haber cobrado notoriedad. "Simplemente" renunció a tener una vida propia, con la esperanza de cambiar este país de la raíz a la punta. Acto de heroísmo extremo que ahora nadie duda en calificar de fútil y descabellado, aunque en lo más profundo de mí sé que si hubiera más Elisas Irinas este mundo ¡sería tan distinto!
Ella no dirigió ningún ejército ni libró grandes batallas, ni siquiera escribió algo por lo que pudiera haber cobrado notoriedad. "Simplemente" renunció a tener una vida propia, con la esperanza de cambiar este país de la raíz a la punta. Acto de heroísmo extremo que ahora nadie duda en calificar de fútil y descabellado, aunque en lo más profundo de mí sé que si hubiera más Elisas Irinas este mundo ¡sería tan distinto!
La evaporación de la ética, el triunfo del individualismo a ultranza, el darwinismo social, la apatía radical hacia la acción colectiva, la insensibilidad absoluta hacia el dolor ajeno, todas este espeluznante derrumbe de lo comunitario, me hacen voltear a un pasado que nunca viví, con una ardiente y anacrónica nostalgia.
Elisa Irina fue una de tantas, pero para mí única. Después de cuatro años de escuchar sordideces y confrontarme con lo peor de la humanidad, la ternura que irradiaban los relatos de quienes la conocieron, me ayudó a recuperar la fe en el potencial transfomador del amor al prójimo. Como lo escribí en este blog ahí, donde la gente es capaz de amar de esa manera, puede florecer la esperanza. Me aferro a esa esperanza porque es lo único que nos mantiene vivos, verdaderamente vivos, a los que luchamos por hacer realidad la posibilidad de otro mundo.
He aquí un fragmento elemental de la identidad de Lichita.ELISA IRINA SÁENZ GARZA (A) RENÉ, BLANCA, MURCIA
Nació el 5 de diciembre de 1946 en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Era hija del doctor Mateo Armando Sáenz Treviño y de la profesora Elisa Garza Sepúlveda. Llevó a cabo sus estudios elementales y medios en el Instituto Laurenz y en la Preparatoria No. 1 de la Universidad de Nuevo León. Tomó un curso de secretariado en español y finalmente se inscribió en la Normal de Educadoras “Laura Arce”, donde se graduó como maestra de Jardín de Niños a mediados de 1967. Desde 1966 comenzó a trabajar en el Jardín de Niños “Venustiano Carranza”, en el que permaneció hasta mediados de 1971.
Desde 1960, Elisa entró en contacto con el grupo de amigos de su hermano Mario Alberto y estuvo cerca de ellos cuando participaron en el MLN y el IMCRC. De éste último fue la encargada de finanzas y llegó a ser su presidenta, por lo que viajó a Cuba a fines de 1968 y principios de 1969. No participó en la fundación de las FLN, pero fue la primera mujer en ingresar al grupo y su enlace con Raúl Sergio Morales Villarreal en septiembre de 1969 inauguró el ritual del matrimonio revolucionario en el seno de su organización. Fue responsable de la red urbana de Monterrey, N.L. entre 1969 y 1970 y de la de Villahermosa, Tab. entre 1972 y 1973. Pasó a la clandestinidad en 1971, cuando la policía descubrió la existencia de las FLN. Fue la primera mujer en ser admitida al NGEZ y contrajo matrimonio con Raúl Pérez Gasque en diciembre de 1973. Sus compañeros la relegaron a “labores propias de su sexo” por ser la única mujer del grupo, pero la autorizaron a tomar parte en el arduo entrenamiento militar. Con motivo de la Operación Diamante, fue detenida el 21 de marzo en Santa Rita, mpo. de Ocosingo y llevada al Campo Militar No. 1 en la Ciudad de México, donde fue desaparecida. Su caso fue acreditado por la CNDH en el 2001.[1]
Desde 1960, Elisa entró en contacto con el grupo de amigos de su hermano Mario Alberto y estuvo cerca de ellos cuando participaron en el MLN y el IMCRC. De éste último fue la encargada de finanzas y llegó a ser su presidenta, por lo que viajó a Cuba a fines de 1968 y principios de 1969. No participó en la fundación de las FLN, pero fue la primera mujer en ingresar al grupo y su enlace con Raúl Sergio Morales Villarreal en septiembre de 1969 inauguró el ritual del matrimonio revolucionario en el seno de su organización. Fue responsable de la red urbana de Monterrey, N.L. entre 1969 y 1970 y de la de Villahermosa, Tab. entre 1972 y 1973. Pasó a la clandestinidad en 1971, cuando la policía descubrió la existencia de las FLN. Fue la primera mujer en ser admitida al NGEZ y contrajo matrimonio con Raúl Pérez Gasque en diciembre de 1973. Sus compañeros la relegaron a “labores propias de su sexo” por ser la única mujer del grupo, pero la autorizaron a tomar parte en el arduo entrenamiento militar. Con motivo de la Operación Diamante, fue detenida el 21 de marzo en Santa Rita, mpo. de Ocosingo y llevada al Campo Militar No. 1 en la Ciudad de México, donde fue desaparecida. Su caso fue acreditado por la CNDH en el 2001.[1]
[1] 140-U, Caso de la señora Sáenz Garza Elisa Irina, Exp. CNDH/PDS/90/CHIS/S00005.000 en: http://www.cndh.org.mx/lacndh/informes/espec/desap70s/expedientes/URBANA/fr_urbana.htm, fecha de consulta: 10 de marzo de 2008.